Te están usando (y lo llaman afiliación)

afiliacion

El marketing de afiliación te promete libertad.

Ingresos pasivos. Comisiones por recomendar. Trabajar desde tu laptop en una cafetería cool, o —si estás muy metido en el personaje— desde Bali con un batido de mango y el mar de fondo.

Bonito, ¿no?

Pero detrás de esa escena con filtro beige y taza de matcha… hay otra historia.
Una que no sale en los lanzamientos.
Una que no se cuenta en los grupos de afiliados.
Una que incomoda, porque desmonta el cuento del “hazte rico mientras duermes”.

Yo también hago afiliación.
También he comprado el curso, he montado la campaña, he metido pasta en ads, he hecho todo bien…
Y también me he comido el aire.

Pero ojo: también me ha ido bien.
Gracias a un infoproductor honesto, llegué a ganar un mastermind en Miami.
He visto el potencial del modelo cuando se hace con ética, transparencia y juego limpio.

Por eso escribo esto.
Porque sé que funciona, pero también sé lo que pasa cuando alguien decide jugar con tus reglas… y tú ni te enteras.

Cuando haces todo el trabajo, pero las comisiones desaparecen por arte de magia (o por malicia técnica).

Aquí te cuento cómo funciona la afiliación cuando SÍ se hace bien

Este post no es un berrinche.
Es un manual de supervivencia.
Para que si alguna vez te sentiste usado, invisible o estafado —pero sin pruebas— sepas que no estás loca, ni solo, ni perdida.

No es magia.
Es trampa.
Y hay que empezar a hablar de ella.

El cuento que te venden

El marketing de afiliación, bien hecho, funciona.
Te permite monetizar tu conocimiento, recomendar productos en los que confías, y construir una fuente de ingresos sin tener que inventarlo todo desde cero.

Y no solo eso: cuando se hace con valores, crea relaciones sanas, win-win, donde todos ganan algo real.
Yo misma he vivido eso.
He formado parte de campañas que sí cumplieron lo prometido.
Donde sí había ética.
Donde el trabajo del afiliado sí era valorado.

Pero este post no va de esos casos.

Va de los otros.
De los que usan el marketing de afiliación como cebo para atraer tráfico, leads, ventas… y luego borran al afiliado de la ecuación sin pestañear.

Y lo hacen con sonrisas.
Con discursos de abundancia.
Con promesas bonitas y estructuras donde el único que gana, casualmente, es el del producto.

No es que la afiliación esté mal.
Lo que está mal es usarla como fachada para que otros trabajen gratis mientras tú cierras en privado, rediriges enlaces, modificas cookies u «olvidas» activar el tracking.

Este post va de eso.
De cuando lo que debía ser una alianza se convierte en un saqueo elegante.

Porque si vamos a recomendar con el corazón, merecemos que nos paguen con el mismo músculo.

Bienvenide al circo: la función donde el afiliado actúa, pero no cobra

Trajiste tráfico.
Captaste leads.
La gente preguntó, hizo clic, mostró interés.

Pero en lugar de comisiones, lo único que llegó fue el vacío existencial de un dashboard marcando cero.

Y mientras tú te arruinas en anuncios, ellos te sueltan el monólogo del gurú herido, con una sonrisa más falsa que un testimonio de Canva:

“Es que el algoritmo cambió.”
“Seguro que no invertiste lo suficiente.”
“¿Segmentaste bien?”
“El creativo no estaba alineado con el avatar.”
“No aplicaste el paso a paso como te enseñé.”
“Quizá no lo comunicaste con suficiente emoción…”

Todo dicho en tono paternalista, como si fueras una niña jugando a marketer, y ellos los iluminados del funnel de siete cifras que —por supuesto— ya sabían que te iba a pasar esto.
Pero no te lo dijeron antes, porque “esto también es parte del aprendizaje”.

Y tú, tragando. Ajustando. Diciéndote: “algo estaré haciendo mal”.

Porque claro, ¿cómo vas a pensar que el problema es del sistema…
si Don Mastermind 360°, con su sudadera de “líder consciente” y su cara de palo santo mojado, te está explicando con voz zen que es culpa tuya?

La realidad es esta:

  • Tú pusiste dinero en una campaña pensando que la comisión equilibraría la inversión.
  • Hiciste retargeting,
  • afinaste el copy,
  • montaste un funnel que haría llorar de orgullo a cualquier funnel-hacker de LinkedIn.

Pero el lead que trajiste fue redirigido.

  • Cerrado por WhatsApp.
  • Rematado en una llamada.
  • Pagó con un enlace que no era el tuyo.
  • O esperaron a que la cookie caducara… y entonces, sí: chas, venta limpia para el productor.
    Tú ni la oliste.

El infoproductor ganó visibilidad.
Ganó autoridad.
Ganó una venta.

Tú ganaste una factura de Meta y una explicación digna de Cuarto Milenio.

¿Errores técnicos? No.
Arquitectura opaca. Deliberada. Repetida.

Y encima con cara de “esto es abundancia”.

Las trampas más comunes que revientan al afiliado (y nadie admite en público)

No todo el mundo las hace. Pero sí pasa.
Y más veces de las que se confiesa en los lanzamientos llenos de emojis.

Aquí algunas de las trampas documentadas, sutiles pero efectivas, que pueden dejarte fuera aunque hayas hecho TODO bien:

🕳️ 1. El pago por fuera

Es el clásico de los clásicos.
El lead llega por tu contenido, pero el cierre se hace por WhatsApp, llamada, Telegram, humo o energía solar.
La venta ocurre… pero no con tu enlace.
Y como no hay rastreo, no hay comisión.
Venta real. Comisión cero.

Esto no siempre es intencional, pero cuando se repite… ya no es casualidad.

⏳ 2. La cookie de un suspiro

Te dicen “la cookie dura 90 días”, pero en la práctica puede estar configurada para expirar en 30 o menos.
¿El resultado? Tu lead se lo piensa, compara, se decide…
Y cuando compra, tu cookie ya murió.

La venta ocurre gracias a ti, pero el sistema dice que “no consta”.
Y tú te quedas con cara de: ¿¡pero si lo traje yo!?

🔁 3. La redirección invisible

Empieza en tu enlace, pero el último clic lleva a otro sitio donde ya no estás tú:

  • Una página externa

  • Un checkout sin tracking

  • Una plataforma donde el sistema no puede atribuir la venta

Técnicamente, el sistema “no lo detecta”. Convenientemente, tú “no cobras”.

👻 4. El tracking fantasma

Todo parece conectado… hasta que no lo está.

“Raro, no se registró.”
“Habla con soporte.”
“Nunca nos había pasado.”

Y soporte, casualmente, está de vacaciones en la quinta dimensión.
Tu venta desaparece entre excusas técnicas.
Y tú, a reclamar al universo.

🧠 Extra: el lead es tuyo… hasta que deja de serlo

Esta es quizá la trampa más elegante (y más fea):

Tú generas el lead.
Con tu campaña. Tu contenido. Tu esfuerzo.

Pero en cuanto el lead entra en su sistema…ya no es tuyo.

Ahora es parte de su base de datos.
Recibe sus emails, sus bonos, sus secuencias de persuasión.
Y cuando finalmente compra (quizá días después)… lo hace por un enlace que no es el tuyo.
Porque ya no necesita tu enlace.
Ya entró. Ya lo tienen. Ya te borraron.

No se ve. No se reclama.
Pero se siente.

🛡️ Cómo protegerte sin perder la fe (ni el dinero)

Esto no va de renunciar a la afiliación.
Va de afilar el colmillo.

Porque sí, la afiliación puede ser rentable, ética y poderosa.
Yo sigo afiliando.
Lo haré mientras crea en lo que recomiendo y confíe en quien lo ofrece.
Pero aprendí —a golpes— que no basta con buenas intenciones.

Hace falta estrategia.
Y una buena dosis de realismo.

Aquí te explico cómo construir un modelo que no te drene (ni te use)

Aquí van algunas ideas para proteger tu trabajo (y tu paz mental):

🔍 1. Investiga como si fueras a casarte (sin separación de bienes)

Antes de afiliarte a algo, investiga al productor como si fuera tu futura expareja con acceso a tu cuenta bancaria.

  • ¿Paga a tiempo?

  • ¿Otros afiliados hablan bien de él?

  • ¿Qué tipo de relación tiene con su comunidad?

  • ¿Hay testimonios públicos de colaboración justa?

Si algo huele raro, confía en tu intuición. Y corre.

✍️ 2. Pide claridad antes de mover un dedo

No necesitas un contrato notariado, pero sí una conversación clara:

  • ¿Cómo se mide la venta?

  • ¿Qué plataforma se usa?

  • ¿Cuánto dura la cookie?

  • ¿Qué pasa si hay errores de tracking?

Si no saben responderte… o te dicen “no te preocupes, está todo controlado”… Preocúpate tú.

🧭 3. No mandes tráfico directo como si regalaras caramelos

Dirige a tu comunidad a tu territorio primero:
Tu web, tu lista, tu canal.

👉 Crea una landing bridge.
Una página intermedia donde entregas algo de valor (lead magnet, guía, descuento, bonus, mini curso) y capturas ese lead tú primero.

Que entren en tu mundo antes de mandarlos al suyo.

Desde ahí puedes:

  • Ver quién entra.
  • Saber si preguntan, si se interesan, si compran.
  • Incluso meterlos en tu grupo de WhatsApp o lista de correo, y hacerles seguimiento humano.

Así no pierdes el control ni te quedas fuera de la película que tú produjiste.

📊 4. Usa tus propios sistemas de tracking (aunque sea casero)

UTM. Bit.ly. Redirecciones propias. Cualquier cosa que te permita ver que sí pasó alguien por ahí.

Si algo huele a “confía en mí, bro”, instala un radar.

🚨 5. Desconfía de lo automático, lo pasivo y lo sin riesgo

Las palabras mágicas “sin esfuerzo”, “automatizado”, “ganancias pasivas”… suelen esconder que el esfuerzo lo pondrás tú.
Y el beneficio lo cobrará otro.

Si parece demasiado perfecto, es porque probablemente lo es.


La afiliación no es el enemigo.
El problema es cuando se convierte en un juego asimétrico donde tú pones todo —el dinero, el contenido, la visibilidad—
y otros deciden si cobras… o si te dan palmaditas en la espalda.

Es cuando caes en manos de quienes visten de espiritualidad, pero facturan con codicia.
De los que predican colaboración, pero practican saqueo.
De los que te usan como altavoz… y luego te silencian.

Y si encima el producto que estás promocionando es un curso sobre afiliación
entonces la risa ya es de traca.
Ahí ya no hay ironía que salve.
Solo un masterclass de cinismo en HD.

Porque una cosa es que no te funcione una campaña.
Y otra muy distinta es que te conviertan en embudo humano y ni te avisen.

Por eso: sigue afiliando. Pero elige con quién. Y cómo.

Porque tu credibilidad, tu dinero y tu tiempo valen más que una promesa de comisiones.

Esto no es una teoría. Es una realidad que duele.

Últimamente he visto demasiados casos.
Muchos más de los que me gustaría.
Gente que puso todo lo que tenía —tiempo, dinero, confianza—
y acabó estafada por personajes sin alma que usan el marketing como disfraz… y a los afiliados como carnada.

Este post no es solo catarsis.
Es un aviso.
Una bandera.
Un escudo para quien aún cree que se puede hacer marketing con valores.
Porque sí se puede.
Pero para eso, primero hay que hablar de lo que duele.

Así que si te ha pasado:

📣 No te lo calles.
📣 Cuéntalo.
📣 Compártelo.
📣 Nómbralo.
📣 Señálalo.

Porque si no lo decimos nosotros,
el juego seguirá siendo el mismo:
unos pocos ganan mucho
y otros muchos pierden en silencio.

Y muchas veces, ese silencio viene por vergüenza.
Vergüenza de haber confiado.
De haber invertido.
De haber creído.

Pero la vergüenza no es tuya.
Es del que se aprovechó.

Así que dilo.
Escríbelo.
Compártelo con nombre y apellidos si hace falta.

Porque esto no va solo de comisiones.
Va de dignidad.
Y eso no se negocia.

Si quieres fortalecer tu criterio y tus límites, este artículo puede ayudarte

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